utero portador historia de amigas
Perdió tres embarazos avanzados, una amiga le ofreció su vientre y Hoy espera un hijo INFOBAE 22/09/2019
La primera vez que Lorena
Moratelli (44) preguntó por un vientre subrogado lo hizo en voz baja y con
miedo a ir presa. Fue en la oficina de la doctora Fabiana Quaini, una abogada
que había visto en televisión. Tenía 38 años y había perdido tres hijos: dos habían
muerto con cinco meses de gestación y la tercera había llegado al sexto mes,
pero había sobrevivido fuera del útero sólo diez días. "Estaba
desesperada. Le decía a mi marido que se fuera con otra que le pudiera dar un
hijo. Yo lo amaba y no podía hacerlo padre", cuenta Lorena, que mucho
antes había tenido como madre soltera a Ignacio, que hoy tiene 18 años.
Lorena conoció a Carlos Corzo -Lolo, para
todos- en 2006, porque era amigo de su cuñado. Ella trabajaba en el Bingo de
Avellaneda -como ahora- y criaba a Nacho. El flechazo fue absoluto. Se fueron a
vivir juntos y Lolo pasó ser como un padre para su hijo. Al año de estar en
pareja, quedó embarazada de una nena. Pero al quinto mes empezó con
contracciones, fue a la guardia y la bebé murió en el parto. "La gente te
dice que ya va a pasar. Que sos joven. Y que vas a tener otro hijo. Pero a mi
me dolía ese hijo", cuenta Lorena, que se pasaba el día llorando.
En ese entonces, su obstetra le dijo que
"no había nada que estudiar y que le pasaba a muchas". A los dos
meses, Lorena quedó embarazada de nuevo. Porque no le costaba quedar, sino
retener. Le hicieron un cerclaje -sutura del útero para que quede más cerrado-
y le indicaron reposo. Hasta que una madrugada volvió a tener contracciones,
una gran hemorragia y tras llegar a una clínica, su bebé murió en el parto. Una
vez más… "Fue en la Estrada, la clínica del terror. Me trataron peor que a
un animal. Yo tenía una buena cobertura médica, pero caí en el lugar
equivocado", se lamenta.
Decidida a llegar al diagnóstico, Lorena
encontró un buen médico y empezó a hacerse los estudios. Pero -"por
estúpida e imprudente", dice- volvió a quedar embarazada al año. La historia
se repitió: volvieron a hacerle un cerclaje, volvió a empezar con contracciones
al quinto mes y además, fisuró bolsa. Sin embargo, pudo retener a su hija un
mes más en la panza, internada en el IADT y haciendo reposo absoluto. Lola
nació seismesina. "Le dimos un besito y la tuvimos diez días con vida,
pero murió en mis brazos. No se lo deseo a nadie. Tan chiquita e inocente…
Hasta los médicos lloraban conmigo cuando nos despedíamos. Y mi marido… ¡lo que
sufrió Lolo! Porque muchos piensan que perder un hijo sólo nos duele a
nosotras, pero a los papás también", recuerda.
Devastada y atendida por psiquiatras y
psicólogos, Lorena empezó a pensar en que otra panza pudiera retener a su bebé.
Pero todo lo que leía o veía en la televisión era en dólares, y se hacía en
Texas o la India. Hasta que una tarde, un amigo la llamó para decirle que
prendiera la TV, que estaban hablando de vientre subrogado en la Argentina.
"Agarré el final de una entrevista con la doctora Fabiana Quaini, abogada
especializada en derecho internacional de familia. La fui a ver a su estudio y
ella me habló del doctor Sergio Pasqualini y de Halitus. Me hicieron todos los
estudios y me confirmaron que mi útero estaba partido en mil pedazos después.
Me dijeron que era muy posible que volviera a pasar lo mismo. Subrogar un
vientre era la única opción", asegura y agrega que gracias a que el
especialista achicó los costos, Lorena y su marido, pudieron afrontar el
tratamiento con esfuerzo.
Lorena, Lolo y Analía con Nacho, el hijo de
Lorena
Lorena, Lolo y Analía con Nacho, el hijo de
Lorena
Sin embargo, lo primero sería encontrar una
subrogante. Entonces una vecina se ofreció a prestar su panza y así ayudar a
Lorena. Pero después de dos años de estudios médicos, psicológicos y
tratamientos, se enfermó y todo volvió a foja cero. Después, otra conocida, una
chica muy joven, se ofreció a hacerlo. Lorena la ayudaba con los gastos de la
casa y le pagaba la obra social, pero tampoco funcionó. "Ser subrogante es
cosa seria. Hay que tomarlo con mucha responsabilidad", asegura Lorena,
que por ese entonces no quería ni pensar en esa ayuda que debió haber aceptado
en un principio…
Un acto de amor supremo
Desde Gualeguaychú, Analía Paniagua (46), que
es de Avellaneda pero vive en Entre Ríos hace más de 20 años, sintió una
profunda tristeza cuando murió Lola. "Mi panza está disponible. Contá
conmigo", le dijo por teléfono a Lolo después de darle el pésame. Analía y
Lorena no eran íntimas amigas, pero tenían muy buena relación. Lolo era muy
amigo de Claudio, el ex marido de Analía. "No sé por qué se lo ofrecí. Ni
cuánto sabía de subrogación. Sólo sé que se lo dije", recuerda Analía, con
la voz calma y una sabiduría de otro tiempo. Pero el ofrecimiento quedó ahí…
Licenciada en nutrición, Analía es mamá de
Lucila (20), Martín (16) y de Sara, que falleció en junio del 2017, cuando
tenía sólo once años. "Tenía una enfermedad del espectro autista. Un
invierno se agarró laringitis, tuvo un infarto masivo y no hubo manera de
salvarla", relata Analía, que trabaja en el bioabordaje nutritivo de niños
con esta condición.
"Con su sonrisa enorme, Sarita me enseñó
un mundo nuevo. Con ella aprendí a ver, escuchar y sentir distinto. Hoy creo en
un Universo que se rige a través del amor. Nuestras metas están en cada
esquina. Es el camino que me marca mi hija. Vivo lo más feliz que puedo, hasta
que vuelva a encontrarme con ella", asegura la mujer que sintió -y no
razonó- ese llamado espiritual a ofrecer su cuerpo para ayudar a sus amigos.
"No podíamos pedirle a Anita que nos
hiciera semejante favor. Ella ya tenía muchísimo con el cuidado de Sara",
recuerda Lorena sobre aquel primer ofrecimiento que había quedado latente.
"Pero cuando falló la segunda subrogante, Analía volvió a llamarme y me
dijo: 'Acá estoy'. Sarita había fallecido hacía ocho meses… Entonces aceptamos
y lloramos juntas en el teléfono", recuerda Lorena.
En marzo del año pasado Lorena y Lolo se
presentaron en Halitus con Analía, para empezar el tratamiento. "En el
centro dudaron de mi integridad emocional. Pero les expliqué que siempre había
querido hacer esto por los chicos. Lo tenía muy claro. Se los había ofrecido
antes de la muerte de Sarita. No tenía que ver con sanar algo mío. No
necesitaba, ni quería otro hijo. Soy muy consciente de que nada me va a
devolver a mi hija", relata Analía y agrega que después de dos días de
test psicológicos exhaustivos constataron que estaba apta para ser subrogante.
Entonces comprobaron que su útero estaba en
buen estado y pasaron casi un año haciéndole estudios. El 18 de enero de este
año, a Analía le trasfirieron un embrión conformado por un óvulo de Lorena y el
esperma de Lolo. Ese primer intento no prendió. Pero en junio volvieron a
intentarlo, de la misma manera. Era la última oportunidad: el único embrión que
les quedaba. "Tuve miedo de saltar y gritar cuando Ana me mandó el
resultado positivo del análisis de sangre. Lo repetimos las dos semanas
siguientes, para confirmarlo, y por primera vez en muchos años lloré de
alegría", cuenta Lorena y agrega que en todo momento estuvo contenida por
la doctora Florencia Inciarte, coordinadora del programa de útero subrogado de
Halitus Instituto Médico.
"Nos hicimos la primera ecografía en la
sexta semana. Yo estaba preocupada, porque había tenido algunas pérdidas. Pero
la doctora sonrió y nos mostró cómo latía el corazoncito. Era un puntito que se
prendía y se apagaba", recuerda Analía, que siempre habla en plural sobre
el hijo de su amiga que espera. Y Lorena agrega entre risas: "Como era una
ecografía transvaginal, a Anita la taparon con un saco para que Lolo y yo
pudiéramos pasar a verlo. Fue muy lindo. Lloramos todos".
"Mi hermana me bancó desde el primer
instante. A mi ex esposo al principio no le gustó, pero ahora me apoya y está
muy contento por sus amigos. Mi hija mayor me dijo: 'Sos loca. Te vas a
encariñar'. Pero después entendió y me acompaña a todas las consultas. Y mi
hijo varón vino a la última ecografía y se emocionó. La gente se asombra, pero
es positiva, en general", asegura Analía sobre las preguntas de la gente
ante la decisión que tomó.
Entonces resume cómo lo explica: "Yo le
estoy dando casita y comida a mi ahijado. ¡Porque los papás ya me dijeron que
voy a ser la madrina! No tengo nadie de quien desprenderme, porque no lo tengo
agarrado. Este bebé no es mío. Simplemente soy un canal. Es un concepto que
tengo muy trabajado. Mis pensamientos y planes son como madrina. Todo viene de
un amor desinteresado, que me impulsa a ayudar a mis amigos. Lo hago porque
puedo. Me resulta natural. No cobra la dimensión que tiene para el resto de la
gente".
"Muchos no entienden lo que estamos
haciendo y a mí me encanta explicarles", asegura Lorena. "Les cuento
que Analía es una persona preparada e inteligente, que está prestando su
cuerpo. Que acá no hay dinero de por medio. Sólo amor. Estoy súper tranquila,
porque es una mujer muy cuidadosa. Nadie mejor que ella para llevar a mi hijo
en su panza", agrega.
Las primeras imágenes de Santino, el hijo de
Lorena y Lolo que Analía lleva en su vientre
Las primeras imágenes de Santino, el hijo de
Lorena y Lolo que Analía lleva en su vientre
Y cuenta que hace un par de semanas se hicieron
una última ecografía, en la que el bebé saludaba con una manito. "Entramos
Ana y su hijo, con mi marido, mi hijo y yo. Claro que me preguntaba qué
pensaría Martín al ver que su mamá tiene un hijo de otra en la panza… Pero
estaba contento y emocionado", agrega Lorena. Y apunta que ese día les
dijeron que es varón y después de que todos propusieran nombres, optaron por
Santino, idea del papá.
Hoy Analía está embarazada de 17 semanas y
calcula venir a Buenos Aires a fin de año, para que el bebé nazca con sus
padres. La fecha probable de parto es 25 de enero. "Me siento diez puntos.
Lo hago escuchar los audios que le mandan sus papás", asegura Analía y
agrega que, como buena nutricionista, quiere que Lore pueda amamantar a su hijo
ni bien nazca. "Usará una cánula que se coloca al costadito del pezón,
para que el bebé se prenda y tome la leche que está en un recipiente en la
espalda. Entonces, la misma succión estimulará la mama para que después de
quince días produzca su propia leche", apunta Analía.
"Somos mucho
más que amigas; somos hermanas. No tengo manera de agradecerle todo lo que está
haciendo por mí. Al fin y al cabo, somos dos mamás que sabemos lo que es el
dolor", reflexiona Lorena. Mientras que Analía, en lugar de responder al
agradecimiento, se conmueve: "Lore es muy generosa. Me permite cuidar a su
bebé. Me lo entrega y confía. Soy yo la que está agradecida".